Presentación en Alicante de Campo de amapolas, a cargo de Consuelo Jiménez de Cisneros, catedrática de Filología Hispánica

Presentación en AlicanteIMG-20180224-WA0001CAMPO DE AMAPOLAS. Teresa Álvarez Olías

Presentación de Consuelo Jiménez de Cisneros

 

Voy a empezar esta presentación leyendo la sinopsis que ofrece la editorial en que se publica esta novela. Antes de nada querría aclarar que no se trata de una autoedición, sino de una editorial comercial que ha aceptado publicar esta novela por considerarla de suficiente interés y calidad.

“Campo de amapolas  de Teresa Álvarez Olías, es una novela intimista, y también social, ambientada en los años sesenta del siglo XX. Está publicada por Editorial Amarante en septiembre de 2017.

Las circunstancias familiares marcan a la pareja de protagonistas, así como también las locales y nacionales. El ritmo de la historia se va acelerando capítulo a capítulo, describiendo distintas situaciones de la vida rural, de los obreros emigrantes en Alemania y de un barrio urbano español en los años del tardo franquismo.

El incremento demográfico, la masiva construcción de viviendas populares, y los nuevos empleos para obreros ambientan esta historia de trabajo y crecimiento personal, que se basa tanto en las experiencias vitales de la mujer como en las del hombre, las cuales van alternando y presentándonos un mundo que empieza a despertar, con muchas carencias aún, al consumismo, a Europa y a la democracia.”

Hasta aquí, la reseña. Desde mi punto de vista como lectora, lo primero que percibo es que Campo de Amapolas es la historia de dos personas que, movidas por el amor, un amor a prueba de dificultades, muestran que amor omnia vincit (el amor todo lo puede), y se convierten en una pareja y luego en un matrimonio y luego en una familia. En un contexto de familiares, amigos, vecinos. En espacios diversos: campo, ciudad, Madrid, España, Wiesbaden, Alemania.

Es una novela sentimental por la historia de amor que nos regala. Porque es sobre todo una historia de amor, que comienza casi como una versión rural de Romeo y Julieta, con los enamorados viendo su amor dificultado por las circunstancias y la oposición de las familias. Y la historia de amor emociona y conmueve. A mí como lectora me ha conmovido asistir a esa sucesión de penalidades (“trabajos”, que diría Cervantes) por las que pasan los enamorados hasta que consiguen que sus familias respectivas acepten su amor. No desvelo nada que no deba, porque esto se cuenta en flashback.

Es una novela realista, porque esa historia de amor no es de color de rosa, sino de todos los colores de la vida real. Pintada con pasión, pero también con malentendidos, distancias, risas y lágrimas.

Es una novela costumbrista, por la descripción minuciosa de unos modos de vivir que en su mayor parte ya son historia.

Es también una novela histórica, porque nos habla de un periodo, la posguerra y la dictadura franquista, con toda su problemática, comparando la situación política y económica de la España de entonces con la de otros países europeos, en concreto Alemania. (pp. 321-322)

Y siendo una novela histórica, forzosamente es una novela política, donde hay una experiencia terrible que tiene que ver con la represión y la falta de libertades. Las descripciones de la España de ayer nos traen recuerdos a la mente, a quienes ya tenemos cierta edad, y vemos cuánto han cambiado la sociedad y las costumbres pero qué poco han cambiado los sentimientos y las relaciones entre las personas.

Y siendo una novela de amor, como hemos dicho en primer lugar, es una novela familiar, donde asistimos a un noviazgo, un matrimonio, el nacimiento y la crianza de un hijo y el deseo de prolongarse en otro.

Es una novela feminista, que retrata con crudeza las dificultades de la mujer en una sociedad machista donde se asume con total naturalidad que la esposa debe pedir permiso al marido para todo, que la mujer está hecha para obedecer y servir. Pero además es una novela femenina por la manera como cuenta los acontecimientos, por la delicadeza con que describe determinados episodios. Vamos a comprobarlo leyendo uno de los momentos más emotivos de la historia: el momento en que la protagonista, Carmen, da a luz a su hijo. (p. 110) Vemos ahí esa feminidad entre comillas que inunda la forma de contar la historia. Sobre todo porque esta novela está escrita por una mujer, y aunque el narrador sea una voz neutra y omnisciente en tercera persona, está narrada desde una perspectiva femenina en el sentido más amplio y positivo del término.

Es una novela sicológica, donde se desarrollan unos personajes principales: Carmen y Pablo, la pareja protagonista, que evolucionan superando una serie de dificultades, muchas, en un periodo y en una situación especialmente difíciles.

Es una novela de aprendizaje: el que hacen los personajes a través de sus experiencias, sus pequeños éxitos y fracasos de cada día.

En ese sentido es una novela de aventuras, de la mayor aventura de todas que es la vida misma. Y por eso la novela intriga. Toda la acción, el deambular de los personajes, sus cuitas personales, laborales, económicas, políticas, sus inquietudes, temores, frustraciones, sus ilusiones, tristezas y alegrías, todo se va urdiendo con un ritmo constante que nos atrapa, con una fluidez que nos arrastra. Como botón de muestra: la angustia de la separación de un matrimonio emigrante. Ella en España, él en Alemania. Esa separación física podría acarrear problemas de pareja, malentendidos, etc.

(pp. 269-271).

Comprobamos que es una novela muy cinematográfica, que yo  vería sin dificultad convertida en película o en serie televisiva, por el dibujo tan preciso de sus personajes. Carmen sobre todo es la mujer fuerte, un personaje femenino vibrante que recuerda a otras mujeres protagonistas de novelas que fueron hitos en el siglo XX, como la Andrea de la novela Nada de Carmen Laforet o la Marcela de la novela Viento del Norte de Elena Quiroga. Igual que ellas, Carmen es fuerte a pesar de sus debilidades, porque como suele decirse, el valiente no es el que no tiene miedo, sino el que tiene miedo y lo supera. Ni Carmen ni Pablo pierden el valor en ningún momento. Por eso es una novela optimista, muy optimista, a pesar de tener páginas muy dramáticas, porque defiende una concepción positiva del ser humano como una criatura libre, capaz de construir su propia vida por encima de cualquier contrariedad.

La novela me ha gustado mucho. Eso es una obviedad, porque, si no, no estaría aquí presentándola y recomendando su lectura a todos los asistentes. Para empezar, me ha gustado el hecho de que está muy bien escrita, lo que hoy en día parece un mérito, porque se publican muchos libros que necesitarían de una cuidadada revisión e incluso reescritura, lo que no es el caso de esta novela. Da gusto leerla, porque en ningún momento tropezamos con una frase errática o mal compuesta. Está muy cuidada, y eso a pesar de ser una novela  voluminosa, de 480 páginas.

También me gusta por el tema principal que la recorre: la emigración, un problema humano y social cuyos últimos coletazos en lo que se refiere a emigrantes españoles, como lo son los personajes de la novela, yo conocí de primera mano durante mi estancia de seis años en Holanda trabajando como docente y coordinadora de la enseñanza española. Eso me permitió familiarizarme con el mundo de la emigración en el que se ambienta esta novela. Y esto se observa desde la portada, que está ilustrada con una pareja que parece que se esté despidiendo, y una maleta que simboliza todo lo que dejan atrás y lo que esperan conseguir.

Es un tema muy cercano no solo para mí, por esta circunstancia que acabo de compartir con vosotros, sino para muchas, muchísimas familias españolas que hace una o dos generaciones, tuvieron forzosamente que desplazarse a fin de poder disfrutar de una vida decente o una vida mejor, a lo que tenían todo el derecho, y trabajaron duramente y dejaron, en la inmensa mayoría de los casos, muy alto el pabellón de su país y de su pueblo. Y en muchos casos, como hacen estos personajes, aprendieron otros idiomas, mejoraron su nivel profesional, estudiaron y se formaron, de lo que doy fe porque, como he dicho, tuve el privilegio de formar parte de esa experiencia.

La emigración es un tema literario con ilustres precedentes. La obra más emblemática sería el Diario de un emigrante de Miguel Delibes, que, tal como indica su título, está escrito en forma de diario por un español emigrado a Chile, desde su partida hasta su regreso. El teatro social de la época culminante de la emigración, los años 60, nos deja La camisa, de Lauro Olmo, con la misma temática. El folklore popular también se ha hecho eco del tema: Adiós a España, de Antonio Molina; El emigrante, de Juanito Valderrama; La otra España de Mocedades, e incluso zortzicos clásicos como Maitechu mía.

Campo de amapolas se inserta, así, en toda una visión cultural y estética de la emigración y ¿qué aporta esta novela? Una aproximación sociopolítica muy crítica y verosímil. Si toda novela tiene que tener una verosimilitud interna, literaria, para enganchar al lector, ésta además la tiene externa, casi como si fuera un documental. Un panorama que no se reduce a la experiencia del emigrante, sino también a la experiencia de los que se quedan en España. Las dos caras de la emigración. Y las dos distancias: la emigración interior, que va del pueblo a la ciudad, y la exterior, que parte al extranjero, en este caso, a Alemania.

La novela va precedida de tres citas: dos de mujeres poetisas (Alfonsina Storni y Gloria Fuertes) y la tercera de uno de los mayores novelistas universales: Sthendal. Esto ya da a entender que la novela, aunque sea un género narrativo, tiene un componente sentimental y emocional que la acerca al género lírico. Cada capítulo aparece acompañado de una cita oportuna en relación con lo que se narra, trayéndonos como píldoras los pensamientos de autores muy variados: Ana Frank, Alice Munro, Pérez Galdós, Unamuno, Concepción Arenal, Benjamín Disraeli… lo que da idea de los variados gustos literarios de la autora y también de la fuerte presencia de mujeres escritoras entre sus lecturas.

De la dedicatoria personal que la autora tuvo la gentileza de regalarme, entresaco una frase: “Escribí este libro al amor de la lumbre en mi querida ciudad, Madrid”. Su querida ciudad de Madrid aparece recorrida y retratada amorosamente, lo que no significa idealizada. Leo: pp. 35-36.

En cuanto a la expresión “al amor de la lumbre”, cuando hoy en día la lumbre física ya no existe en las casas, entiendo que es un calor moral, me evoca la fuerza del hogar, de las historias de siempre, las que nos interesan a todos, historias con trasfondo social y moral: las de Dickens, Galdós, Delibes, la literatura tradicional que nos cuenta historias… Y remontándonos más atrás, a los orígenes: los cuentos que cuentan las viejas junto al fuego (al amor de la lumbre), como decía el Arcipreste de Hita, uno de nuestros primeros narradores y poetas. La vinculación afectiva de la autora con lo que narra es evidente en esa adjetivación: mi querida ciudad, Madrid. Solo quien ama, algo y a alguien, puede transmitir ese amor. Es, por tanto, una novela muy personal, muy sentida.

Respcto al título, Campo de amapolas, rememora la infancia de la protagonista en un pueblo manchego donde su padre es maestro. Pero además las amapolas, por su color rojo, tienen un valor simbólico y evocan la pasión, el dolor, la vida y también en cierta forma la muerte, pues la amapola es una flor que se emplea en el ornato funerario, como pude ver yo misma recientemente en la tumba del soldado desconocido de la Abadía de Westminster.

Creo que la mejor forma de conocer una obra literaria es leerla, y acabo con el comienzo de la novela: (p. 11). Una primera frase impecable y prometedora que nos invita a seguir leyendo: «Como una necesidad que día a día se va imponiendo, así Carmen y Pablo fueron aceptando,que el presente era un lugar demasiado difícil donde vivir».


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