Una habitación propia de Virginia Woolf, la sinopsis

En este ensayo Virginia Woolf escribe sobre las mujeres y la novela, animándolas a escribir y a asociarse con otras para divulgar sus libros y proyectos.

Situación

Se trata de un libro publicado en 1929 donde Virginia Woolf, autora inglesa, nos comenta, de forma muy amena, su punto de vista sobre las mujeres y la novela, mientras pasea primero por la orilla de un río, luego mientras asiste a una cena en la ciudad de Oxbridge, en otoño, y finalmente en Londres mientras entra en una biblioteca y nos habla de las escritoras británicas y su consideración por parte de otros escritores.

Pensamientos de una novelista en 1929 

Responde el ensayo a una petición que se le hace a la autora acerca de cierta conferencia sobre las mujeres y la novela, aceptando ella disertar sobre ambos temas, señalando la necesidad de habitación, dinero propio o educación como premisas indispensables para que las mujeres escriban.

La inteligencia de las mujeres, puesta constantemente en entredicho por autores de renombre, no se ve estimulada con vida laboral intensa ni con viajes, carreras universitarias, herencias o relación con otras mentes preclaras.

No hay apenas mujeres guerreras ni artistas en la Historia, ni siquiera escritoras de poesía o teatro, solo novelistas, en los últimos dos siglos, por ser el suyo un género, el de la novela, permitido a las mujeres, muy en consonancia con las narraciones orales y donde las autoras describen las relaciones, paisajes y tramas que observan en la vida real.

La pobreza de las mujeres, su carencia de bienes y desde luego su dedicación a la prole, inmensa todavía a principios del siglo XX, no fomenta su ansia de escritura ni de publicación.

Su sexualidad no existe oficialmente. No se les reconoce el derecho al placer, tan solo el del dolor para parir y la empatía para comprender el sufrimiento de los otros.

En el capítulo 4, casi al final del mismo, describe la autora con palabras precisas su voluntad de rebelarse, su reivindicación frente a las prohibiciones para consultar libros en una biblioteca, de la siguiente forma textual:

Cierra con llave tus bibliotecas, si quieres, pero no hay barrera, ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”. Una elegante y emotiva proclamación de autoridad moral.

La vida de las mujeres en las primeras décadas del siglo XX

Una mujer que quisiera escribir no disponía de tranquilidad ni espacio propio para concentrarse, pues apenas salía de casa y constantemente se la importunaba en ella para cuidar de hijos, padres o abuelos, para cocinar, limpiar o atender el huerto, el jardín o los animales domésticos.

La violencia contra las mujeres era común y no se reconocía como delito, sino como costumbre, dependiendo de la suerte en encontrar o no marido irascible en grado sumo.

El lesbianismo ni siquiera era considerado como posible, perseguido y nunca mencionado, pues la amistad o amor entre mujeres era inconcebible, ya que excluir a los hombres de la vida sexual de las mujeres se consideraba antinatural.

Decenas de profesiones como la abogacía, la medicina, la policía o la obtención de escaño en el Parlamento estaban prohibidas a las mujeres, pues solo como dependientas, hosteleras, prostitutas, monjas (nunca sacerdotisas) o enfermeras se les permitía ejercer profesionalmente.

Las bodas concertadas, sin consulta a las futuras esposas, en la clase alta, eran comunes y las muchachas se casaban con hombres impuestos por su padre, lo que podía tener consecuencias nefastas para los sentimientos de esa futura esposa e incluso para su supervivencia.

Un escritorio propio, además de dinero y educación, sigue siendo indispensable para la mujer que escribe, que proyecta, que late con el mundo que la rodea.

Vida cotidiana de las mujeres escritoras

Una mujer tenía escaso dinero para publicar, viajar a la capital y buscar editor, siempre dependiendo de la voluntad de los varones de la familia, que podían oponerse a su afición de escribir y no facilitarle papel, tinta o espacio físico donde expresar por escrito sentimientos y relatos. La mujer era pobre por definición.

La novela arrasa sobre el poema y la obra de teatro desde principios del siglo XIX, al ser bastante asequibles las novelas por entregas y estar la población muy familiarizada con el cuento y la narrativa en las veladas de invierno y de verano, frente al hogar, con la familia o los vecinos.

Escribiendo en la sala de estar donde los niños jugaban y el marido leía el periódico o escuchaba la radio, las ideas o argumentos no podían expandirse, desarrollarse o resumirse de forma idónea. El ingenio necesita meditación, tiempo, concentración, incluso horas de paseo y soledad para oxigenar y reorganizar la trama de las obras.

Traer al mundo a la humanidad y encargarse totalmente de su crianza jamás estuvo considerado como hazaña por los varones, que siempre han valorado la conquista de nuevas tierras, el dominio de los pueblos, o la invención de herramientas como asuntos relevantes, relegando el arte, la literatura y desde luego la infancia de sus propios hijos a sus esposas, como asuntos ínfimos que no les correspondían a ellos.

La cólera de los hombres por cualquier circunstancia, en especial por alguna que retrasara la imposición de su voluntad en la casa familiar, no favorecía la concentración de sus madres o esposas en escribir y era temible, además de amparada por la costumbre o la ley.

Las mujeres no tenían dinero para ningún proyecto, pues solo la viudedad les daba la posesión real de los bienes matrimoniales, dirigidos por sus cónyuges.

Los periódicos, un medio de información trascendental en la época de Virginia Woolf, solo describían noticias o artículos sobre hombres: sobre antiguos combatientes, sobre médicos excelentes, sobre varones galardonados, sobre delincuentes, sobre profesores o sobre atletas masculinos.

La inteligencia de las mujeres escritoras

Numerosos pensadores, desde el siglo XV al XX, esencialmente británicos, como Milton, Lamb o Tennyson han tenido interés manifiesto en reconocerse superiores a las mujeres, y en especial superiores a cualquier escritora. Les han reprochado a ellas no escribir obras como Shakespeare ni ser citadas en los anales de la literatura.

La intendencia familiar, la descripción de las comidas o las sanas amistades femeninas no tienen cabida en los libros clásicos. La guerra en el frente de batalla es asunto común en autores de todos los siglos, pero no la guerra soportada por la población civil ni el detalle de la comida o la cocina de las casas, tampoco el jardín o la tertulia vecinal, el ámbito en resumen, de la mujer.

Las mujeres escritoras no están unidas ni disponen de un capital para promocionarse juntas o separadas. No están instruidas en la ciencia, los negocios o la economía, sino en la austeridad y el gasto en función de la familia. La inversión en sí mismas o en sus obras es impensable.

Los hombres escriben sobre las mujeres, describen sus sentimientos, dan por sentadas las preferencias y odios de estas unas veces, y otras la imposibilidad de los varones de conocer el alma femenina. No se arredran escribiendo sobre un mundo que desconocen, pues lo asimilan al suyo, a su propia conveniencia y a los prejuicios sobre las mujeres.

El adulterio o la boda de la mujer es argumento único para los personajes femeninos de autores varones, pero no su realización artística o profesional, eso no existe en 1929 ni en todos los siglos anteriores. 

Napoleón o Mussolini, tan influyentes, insisten en sus discursos y cartas, como tantos otros hombres importantes, en la marcada inferioridad de las mujeres, sin duda para reforzar la superioridad de ellos mismos como generales, como estrategas, como vencedores, como magníficos oradores, como artistas o novelistas, puesto que la guerra es el supremo valor civilizado, por encima de la cultura, los principios morales o la enseñanza de la supervivencia, en la que las mujeres siempre han destacado.

Cita a Jane Austen, a las hermanas Brontë, a Carmichael como referentes narrativas y a las heroínas literarias de todos los tiempos para que sean los lectores quienes juzguen a las autoras y a las protagonistas de esas obras.

Menciona la lucha sufragista que en todo el mundo, pero preferentemente en su ciudad amada, Londres, tuvo lugar diez años antes, conquistando el voto femenino para algunas británicas en 1921, y se centra en la realidad de la escritora como persona individual, en sus dificultades económicas, en su falta de intimidad para desarrollar el argumento de sus obras.

Presenta y da la vuelta a los prejuicios sociales sobre las mujeres, calificándolos como temas contrarios a la lógica y a la felicidad.

Exhorta a las mujeres a:

  • integrarse en el mundo, 
  • no tener tantos hijos,
  • olvidarse de la reprobación masculina y sus consideraciones falsas sobre la falta de amistad ente mujeres, tan punzante,
  • iniciarse en el mismo hogar en las obras de escritores ilustres
  • relacionarse con otras mujeres buscando apoyo mutuo a sus proyectos, 
  • esforzarse en publicar, 
  • luchar por su causa, aún en medio de la pobreza y la oscuridad en que están sumidas al final de los años veinte, porque “merece la pena” según sus palabras textuales.

Ensalza finalmente el anticonvencionalismo femenino, su entereza, su anonimato, su fuerza de voluntad y su humildad.

Estilo del ensayo

El lenguaje es sobrio, natural, descriptivo, narrativo y sin diálogos. Ofrece citas constantes ade autores clásicos comparándolos con la vida real y el ritmo de sus frases parece fluir con la vida de la autora y sus experiencias cotidianas.

Virginia Woolf es la gran representante de la narrativa inglesa de entreguerras y de la experimental, por su primicia de tratar un ensayo como novela en la que domina el acercamiento de la autora con el lector y la lectora.

Utiliza la metáfora poética para describir su estado de ánimo al pasear sin compañía, entrar sola a la biblioteca y al museo y comer rodeada de comensales desconocidos. Ejemplo: “El espíritu de la paz descendió como una nube de los cielos, porque si el espíritu de la paz mora en alguna parte es en los patios y céspedes de Oxbridge en una bella mañana de octubre”.

Otras obras de la autora

  • El cuarto de Jacob publicada en 1922
  • La señora Dalloway en 1925
  • Al faro en 1927
  • Orlando en 1928
  • Las olas en 1937

Biografía de Virginia Woolf

Nacida en Londres en enero de 1882, publicó nueve novelas, diez colecciones de cuentos, y muchos libros de no-ficción, dentro de los cuales destaca el ensayo Una habitación propia.

Sus ideas sobre la represión económica e intelectual de los hombres hacia las mujeres resultaron inconcebibles en el marco de los primeros decenios XX, donde el poder del soldado, del obrero, del patrón o del político sobre las mujeres de su entorno era irrefutable.

Woolf quiso publicar sobre asuntos en los que no se tenía permitido ni siquiera pensar, y fue fuente de inspiración para muchos otros intelectuales como Edward Albee, Michael Cunningham, Simone de Beauvoir y Naomi Black, por mencionar algunos, además de para el movimiento feminista de las décadas siguientes.

Virginia Woolf fue y es referente de la comunidad lésbica, emprendedora literaria y editora. Sus libros sustentan la teoría de reivindicación femenina unida a la exposición de los hechos discriminatorios con una narrativa exquisita, propia de quien percibe extraordinariamente la belleza, la injusticia y la fuerza de las personas.

El sufragismo en Inglaterra o la lucha por el voto femenino

Gran Bretaña y especialmente su capital, Londres, se convierte, desde el siglo XIX, en el país abanderado de la lucha por el voto femenino y escenario de manifestaciones sufragistas, amparadas finalmente por el movimiento obrero, y es el espejo en que se miran todas las naciones del mundo, que van concediendo este derecho en las siguientes décadas.

En 1851 se crea la primera organización sufragista femenina en el Reino Unido. Desde mediados del siglo XIX, se multiplican las asociaciones locales, las peticiones parlamentarias y las reuniones sufragistas de salón, dentro del respeto al sistema social establecido.

En 1869 el Parlamento británico adopta el Municipal Franchise Act que extiende el voto en las elecciones locales a las mujeres que pagan impuestos. También John Stuart Mill publica The subjection of women, un ensayo decisivo, que aboga por la igualdad entre los sexos, defendiendo los beneficios sociales y económicos que acarrearían la educación y la emancipación de las mujeres.

En 1897 se crea la National Union of Women’s Suffrage Societies (NUWSS) bajo el mando de Millicent Garret-Fawcett con el objetivo de aunar fuerzas para conseguir el voto de las mujeres dentro del marco constitucional.

En 1903 Emmeline Pankhurst funda en Manchester la Women’s Social and Political Union (WSPU), que catapulta las reivindicaciones laborales femeninas.

En 1913 Emily Davison muere en el derby de Epsom al lanzarse a los pies de los caballos para exhibir una pancarta reivindicativa del voto femenino en la pista.

En 1928 se consigue el voto para todas las mujeres británicas, y por tanto el sufragio universal en ese país, ya que en años anteriores se había permitido votar a las casadas de cierta edad mínima solamente.

En Estados Unidos las plataformas del sufragismo femenino, también muy importantes, están vinculadas al movimiento abolicionista de la esclavitud y de apoyo a los afrodescendientes, a los negros, cuyos derechos ciudadanos no se concedieron hasta los años sesenta del siglo XX.

Dónde encontrar Una habitación propia

En Amazon lo tienes en tapa blanda, en tapa dura, en libro electrónico (versión Kindle). En Fnac en tapa blanda, en El Corte Inglés en tapa dura.

Las mujeres votaron por primera vez en España en 1933, una fiesta de la democracia, y esta vez sí, con sufragio universal.

Resumen

Una habitación propia es un excelente ensayo narrativo, en el que la autora se implica con su historia y experiencia personal para explicar la relación sobre la escritura y publicación de novelas por parte de las mujeres. Reivindica espacio propio, dinero y educación para desarrollar su ingenio literario.

Cien años después de su publicación el libro sigue teniendo plena vigencia y las mujeres han seguido sus consejos de integrarse en el mundo profesional, de no tener tantos hijos, de luchar por la igualdad con los hombres, de olvidar (y contestar) la reprobación masculina, de lanzarse a escribir y esforzarse en publicar, así como de unirse a otras mujeres para sumar fuerzas en cualquier proyecto que quieran abordar.

El camino ha sido tortuoso y queda mucho por hacer, pero el cambio es espectacular en el mundo. Con permiso de Virginia Woolf permíteme animarte, en 2021, a dar tres pasos sencillos.

  1. Entra en una librería o biblioteca y cuenta los libros escritos por mujeres.
  2. Toma el transporte público y mira la cantidad de libros que leen las mujeres.
  3. Si eres mujer, el día que vayas a votar, piensa que muchas mujeres murieron en la lucha por el sufragio y siempre disfruta de tu espacio, tu dinero, tu sexualidad y tu educación.

Te invito a comprobar cómo era la vida de las mujeres en la mitad del recorrido de este siglo, en los años sesenta pasados, leyendo mi novela Campo de amapolas, que te enviaré dedicada si te pones en contacto conmigo.


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